Los Supremos
«¡Alto ahí!» El grito de película tronó a mis espaldas. Me di vuelta pensando que era para otro, pero era para mí. Con la torpeza de quien entra por primera vez en el Palacio de Justicia, un verdadero laberinto (y no es metáfora kafkiana), no advertí que estaba a punto de tomarme un ascensor que…