SueÑo Estigio

Anidada en la conciencia humana, la maldad se mueve parasita hacia la entraña del ser. Poco a poco consume lo que toca, como un Midas que besa el falo del cielo y lo hacer arder. El orgasmo como castigo: un millón de ellos son suficientes para destruir la voluntad y transmutarla en locura. No hay fluidos al interior, solo tortura: la tortura de venirse por la eternidad una y otra vez. Lujuria mira por debajo del hombro al amante castigado: El humano caído en el exceso: Ultrajado unas veces por animales polimorfos, en otras por íncubos malditos, pero mayoritariamente por lo que un día disfruto, el placer. El hombre muere, pero fecunda en el pecado que lo observa: la bizarra osadía de aprender, que en el infierno, las voces que se quejan son las voces del no ser. ¿Cuántos coños han sido perforados? ¿Cuántas vírgenes vendrán para alimento de los Sátiros? El trinche del diablo tiene doble mango: El primero para la presa y el segundo para el verdugo: Al final todos pagan su turno. Lujuria, embarazada, grita mientras camina de un lado a otro: -¡Un cadáver no alimenta!- (Silencio total) Después de un buen rato la hembra encaprichada se relaja, por uno de los canales putrefactos que conducen al infierno, un mozuelo onanista se ha acercado a ella, sonríe, ha llegado la hora de pecar.